jueves, 19 de enero de 2012

En defensa de la dehesa

 El otro día me dispuse a abrir una botella de vino tinto de Valdepeñas. El vino, de cuyo nombre no quiero acordarme, es uno de los más baratos que se pueden comprar en cierta cadena de supermercados, a los que no voy a hacer publicidad porque no me la van a pagar.
¿Qué por qué bebo un vino barato? Por dos razones de peso: la primera, porque soy pobre como un ratón, y la segunda, porque ese vino en concreto me parece aceptable.
Pero he aquí, oh desilusión, que la última vez que fui a descorchar una botella de la esencia de Baco, encontré que me era absolutamente imposible. Y no se me hacía imposible por falta de destreza, bien sabida es por quienes mejor me conocen mi natural torpeza, sino porque el precinto de plástico no ocultaba corcho sino resina.